jueves, 29 de marzo de 2012

CARLOS PELLICIER-PINTURAS DE MICHAEL MACZUGA







AMORES  EN BLANCO Y NEGRO



Amores en blanco y negro, como los de antes, como los de siempre. Amores donde un beso se robaba y una sonrisa se adivinaba.
 Amores en blanco y negro como los que tuvimos. Aquellos amores que empezaban y acababan en nosotros. Nadie más feliz, nada y todo por inventar, nada y todo por descubrir. Amores vividos y sentidos con el alma. Amores creciendo; como nosotros.
 Aprendiendo, como nosotros. Descubriéndonos nuevas sensaciones y, nosotros, pobres, incapaces de expresar tan siquiera un nombre. Solo un corazón pintado en una pared.
 Un corazón que el tiempo, la distancia y el olvido, se encargaría, seguramente, de demostrar porqué siempre aparecía partido. Amores aquellos, donde el primer beso era eterno, tan fuerte e intenso, que apenas, entre los dos, se unían las fuerzas para darlo, y si se daba, entonces ya no quedaban para mantenerlo. Un beso robado, solo un beso apenas dibujado.
 Un beso “explicado”, ¿un beso explicado? Si, explicado. Cuando los amores eran en blanco y negro había que explicar los besos, las caricias, las miradas, incluso por explicar, había que explicar también esos silencios y esas miradas desviadas que, acompañadas de profundas inspiraciones, sobrevenían tras el más mínimo roce. Aquellas sensaciones que nos ahogaban, sin saber porqué, y nos “desbordaban”, (desbordaban todo nuestro ser, el humano y el divino también,). Todo esto había que explicarlo, no tanto para que el otro/a entendiera, sino para ser merecedores de él.
 Explicando el beso, explicábamos nuestro amor, nuestro sentimiento. Dábamos a entender, nuestra real pasión, que seguramente ni era real ni tampoco pasión. En los amores en blanco y negro, era muy importante la explicación, no tanto el beso. El beso, junto a más besos, miles de besos, millones de besos, llegaban después. El problema, eso si, es que llegaban ya sin explicaciones. Cuando vivíamos el amor en blanco y negro, nunca supimos que era peor, si cuando se daba un beso con explicación (porque entonces no parecía beso), o cuando venia sin ella, porque entonces no parecía ni nuestro ni para nosotros. Los amores en blanco y negro, eran así, o blancos o negros, en la mayoría de los casos condenados a, como aquellos viejos corazones pintados en la pared, romperse por la mitad.


Amores en blanco y negro, cuantas sensaciones calladas. Cuantos mudos “te quiero”, cuantos deseos de todo y de nada, junto/mezclado. Cuantas noches mirando la luna, cómplices, riéndonos con ella. Cuantos proyectos, cuantas ilusiones… cuanto amor, aunque fuera en blanco y negro.
Tanto amor…

¿Dónde quedaron aquellos amores en blanco y negro? Algunos murieron con la explicación, o quizá por ella. Otros se convirtieron en preciosos adornos de viejas paredes.
El tuyo, no se acabo, se transformó. Ahora es un gran amor. Un gran amor que supo aceptar que todo, los besos explicados, las caricias robadas, los corazones pintados en las paredes…todo, es lo que iba dando color a nuestras vidas. Es lo que iba llenando el corazón y vaciando la palabra. Es lo que le dice sin decir un alma al del ser amado, caminemos juntos, inventemos cada día, y, así, unidos, descubramos en nuestra última pared que nuestro corazón, aquél que un día nos explicamos, sigue ahí, partido, si, pero en Color.

(jpellicer)




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